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miércoles, 13 de abril de 2016

Soledad de oruga y encuentro de mariposas

Vuela magistralmente por los cielos de algodón, posándose en cada planta, en cada persona que quiera acogerla con sensibilidad, pues su finura es agradable, pero no todo el mundo podrá acogerla como la acojo yo, que vuelo con ella en medio de la naturaleza verde y fresca. Antaño, ella estaba en quietud, muy acogida por el caparazón que guardaba su cuerpecito tímido y cansado, pues allá fuera hay peligros, fatalidad y pesimismo. Nadie pudo infligir dolor a su corazón porque el caparazón que la acoge es fuerte y lleno de gotas de rocío en su exterior. La oruga necesita sentir el rocío exterior, la lluvia, el viento y ver las nubes. No es el momento, ahora solo quiere ver su interior sereno, que se prepara para su primer vuelo, para conocer los sépalos de las flores. En susurro te digo que el vuelo de la mariposa es majestuoso y libre, no tengas miedo de salir de ahí, oruga. Mi mano te enseña la oruga delicada y frágil, pero llena de esperanza ante un futuro prometedor en que se despojará de su carcasa y aunque sus ojos permanecerán cerrados a causa del sol, muy pronto los abrirá y verá a las demás mariposas navegando. Un sol ilumina a la oruga, pero ella decide esperar paciente la hora de la salida. La lluvia se asoma para despertar su mente quieta, pero ella piensa en no humedecer su cuerpo, sino dejarlo seco al sol, para una meditación en silencio, que desarrolle su sabiduría interior. Una vez salida del cascarón, la oruga se queda quieta, de gran emoción henchida, respirando lentamente, viendo unas nubes blancas, un cielo azul, sonrisas por doquier y un ambiente limpio y perfumado. Yo le ofrezco unas fresas, ella las acepta encantada, pero aún con la mirada miedosa. Le tranquilizo y le digo: sé lo que estás pensando, pero no temas, que el suelo que pisas ahora es seguro, situado en el paraíso. ¡Qué bella mariposa! Tiene vivos colores, está feliz. Nadie tuvo que coger sus alas para ayudarla a volar, sino que fue su sabiduría quien comprendió que debería empezar a volar sola, ya que las demás mariposas son libres y únicas, con colores distintos, pero ella aprendió en la soledad más absoluta y ahora se encontró conmigo y con miles de mariposas que estamos felices de acogerla, formando una gran familia de ángeles de la guarda de plantas que hablan a la humanidad.