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miércoles, 9 de mayo de 2012

Dicha


Caminando a lomos de la paz interna,
quise mezclarme entre los árboles,
para ser raíz y savia verde,
y gotear de dicha entre sus ramas.

Cima

La colina está alta, verde y limpia, mas por ella subo con la buena nueva de un ligero presentimiento, que me dicta la alegría, que me empaña las zonas oscuras del alma.
Gracia y gracejo son iguales, son grandes bocas que transmiten, que se contonean para no estar tristes. Alma, la vida de un cuerpo terso que admira las altas montañas.
La noche no puede quebrantar la gran esperanza que se abrió tras alcanzar la cumbre, porque ahí quedé tumbada, mirando la luna y poniendo la bandera verde.

Veleta del tiempo

El tiempo es un abismo de cuatro relojes, interponiéndose entre el miedo y el amor.
Las veletas cubren el tejado de las casas frías que durante años acogieron familias empobrecidas por el llanto, por sus tareas incondicionales.


Llora cada pena día a día, como hiciste ayer, pero no le des sabor. Alimenta el amor que solo el tiempo se encargó de concederte, de darte una nueva emoción.
Lleva las riendas de la casa de la veleta y fíjate cuando da al norte y cuando da al sur, pues ese tiempo del que hablamos en el ascensor con los vecinos, es alentador, como excusa para hablar y como alegría, para dar oportunidad a los nuevos vientos que se acercan.





Foto: Casa de Ventaniella-Concejo de Ponga (Asturias).
Original de Elena Villarroel Rodríguez