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domingo, 10 de octubre de 2010

savia

Las plantas regadas reverberan y destilan la savia, su fragancia es del bosque y miro al cielo, tomo aire y respiro,y el bosque me mira y acompaña, y los perros fieles se duermen tranquilos, rezagados entre hojas frescas, recién caidas del otoño, que componen un delicioso lecho para dormir al son de los acordes del otoño marrón, en una gratuidad inmensa, en un paraiso frondoso, que llega siempre, todos los años, con la diosa de la eternidad, cuando la tierra gira siempre igual, con los mismos atardeceres, con los mismos colores, pero siempre disntinta la faz de las personas, en un cambio en declive, en un continuo fluir que decia un filósofo griego, y en los confines de la tierra fértil, que se seca, que se riega, y las flores que nacen y son hermosas, paro a beber el agua fresca y un pajarito de vivos colores me susurra un poemario antiguo, con antiguas saetas recitadas por los niños de los pantalones cortos, de los de las plumas para escribir, aquellos de los tirachinas y los cromos de historia y cuerpo humano.

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